Domingo de Ramos

Domingo de Ramos



El Domingo de Ramos nos recuerda la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén. Los también celebran
la Pascua durante estos días. Según dice el Evangelio una gran multitud estaba al borde del camino para recibirle, llevaban ramas de palma, a su paso extendían sus mantos y gritaban ¡Hosanna!, que quiere decir: sálvanos.



La Palabra de Dios nos narra
la Pasión, y muerte de Jesucristo Monseñor Mc Donald Walk, franciscano nos ayuda a entender lo que significan estos acontecimientos en la vida de un cristiano y a comprender que la cruz en nuestra vida es un don de Dios.


La fe nos proporciona una forma nueva de mirar la realidad y el desarrollo de nuestras vidas. Nos capacita para discernir el plan de Dios sobre nosotros, nos hace experimentar el amor de Dios por nosotros y nos ayuda, a través del poder del Espíritu Santo, a encontrar ánimo para vivir nuestra vida cristiana.

Semana Santa es un tiempo que
la Iglesia dedica cada año para que hagamos la experiencia, a través de
la Liturgia, de
la Historia de
la Salvación. Renovemos nuestra fe y tomemos fuerza para continuar el camino de nuestra vida.
(Mc 15,1-39)


La lectura de la bendición de las palmas es una de las etapas de nuestro viaje espiritual. Jesús termina sus tres años de vida pública; llega a las puertas de Jerusalén para vivir su etapa final. Durante la semana, la dolorosa secuencia de los acontecimientos, nos demuestra la verdadera naturaleza del reinado de Jesús y nuestra parte en él. Es un reinado espiritual. Jesús nos invita a abrazar la cruz como Él lo hizo, a mirar nuestras propias limitaciones, el sufrimiento, el dolor y hasta la muerte con una mirada nueva y a descubrir la gran riqueza de su significado. En su gran amor por nosotros y por el Padre, Jesús nos muestra el poder de transformación del amor, un amor que le condujo a la cruz. Si aceptamos la cruz con amor, la cruz redimirá nuestras vidas.

Nuestro Fundador nos dice:

Lo que, ante todo lo que  le es indispensable es un gran espíritu de fe que anime todas sus acciones: No hay que hacer nada por costumbre, por rutina; para dar valor a esas obras, es preciso que las guíe un principio sobrenatural y divino; ese principio es la fe. Vea a Solo Dios en sus Superiores y obedezca tan prontamente como lo haría si se lo pidiera el  mismo Jesús, si le transmitiese sus órdenes, Someta su cuerpo, su espíritu, su voluntad, su juicio, y esa docilidad perfecta, será ya un gran paso en el camino del cielo.

Textos Escogidos; 34.

Carta a Sor Apolloniël Menvielle

Abril 26, 1855.