La Sagrada Familia en Polonia

El 6 de junio del presente año es un día de fiesta muy especial para las Hermanas de la Sagrada Familia en Polonia. Todo empezó el domingo de la Trinidad hace 75 años cuando las primeras hermanas de la Sagrada Familia llegaron a Polonia para hacer una nueva fundación.

 75 años de presencia de
la Sagrada Familia en Polonia


El 6 de junio del presente año es un día de fiesta muy especial para las Hermanas de
la Sagrada Familia en Polonia. Todo empezó el domingo de
la Trinidad hace 75 años cuando las primeras hermanas de
la Sagrada Familia llegaron a Polonia para hacer una nueva fundación.  
La historia nos demuestra que los comienzos no fueron fáciles. 


Era la primavera de 1934 en Lordz. Después de la primera guerra mundial. Habia aún mucha pobreza y desempleo así como enormes necesidades materiales y espirituales.

Llegaron algunas hermanas de
la Sagrada Familia, invitadas por el Obispo Monseñor Vincent Tymieniecki, que estaba muy preocupado por la falta de entidades sanitarias en la diócesis, comenzó a construir un hospital católico, que estaría dirigido por las hermanas. En abril de 1934 surgió una oportunidad
la Clínica Unitas, situada en el centro de la ciudad, hizo quiebra y la pusieron en venta. Pero antes de que las hermanas comenzaran su misión se debían hacer muchos arreglos.

El domingo de
la Santísima Trinidad se considera como el día en que las Hermanas de
la Sagrada Familia comenzaron su misión en Polonia. Durante la primera Misa  celebrada por un sacerdote Oblato, el Padre  Teofil Nandzik, hermanas y postulantes, reunidas en la capilla del Hospital escuchaban estas palabras: “Queridas hermanas hoy empezáis a escribir un nuevo capítulo en la historia de vuestra familia religiosa. Muy pronto seréis aquí portadoras de Jesucristo. Eso  es lo que Dios y vuestra Familia religiosa esperan de vosotras” (Archivos).


La primera superiora del Hospital y de la primera comunidad fue
la Madre Paul Lazar. Su asistente, Sor Veronica Majnusz, era una enfermera con mucha experiencia. Muchas hermanas polacas llegaron directamente de Francia  y de España, donde trabajaban como enfermeras. En 1936 la primera comunidad de
la Sagrada Familia contaba con 26 hermanas, muchas de las cuales trabajaban como enfermeras. Más tarde, otras se comprometieron en tareas administrativas y de organización.

La primera comunidad en Lodz se dedicó también al trabajo de Socorro y Primeros Auxilios  durante la segunda Guerra mundial. En esa época había escasez de alimentos y por consiguiente hambre. Las hermanas organizaron una cocina secreta, y distribuían diariamente comida caliente a más de 80 personas. Las ollas de sopa se bajaron del primer piso al lavadero, en el sótano, donde la gente se reunía para comer. Podían también llevar alimento a casa para sus familiares. Estos programas secretos de alimentación funcionaron durante algún tiempo antes de que las autoridades los descubrieran.  Las hermanas continuaban a distribuir ayuda y a organizar celebraciones de
la Navidad  durante la guerra. El hospital de
la Sagrada Familia acogía a los refugiados: polacos como extranjeros; sacerdotes que escapaban  cuando les transportaban a los campos de concentración; dos matrimonios que iban a ser enviados a Alemania a los campos de trabajo forzado. Las hermanas acogieron, también, a una niña que habían abandonado a la  puerta del convento el 6 de setiembre de 1939.

Las hermanas distribuían alimentos, ropa y ayudaban a poner los documentos en regla a la gente que lo necesitaba. Enviaban más de 200 paquetes de alimentos al mes a los campos de prisioneros, con sus generosos servicios ayudaron a mucha gente a sobrevivir a los horrores de la guerra y de la oscura era del comunismo.

Por 23 años el Hospital fue la única institución de la Sagrada Familia en Polonia, pasaron los años y las hermanas se dedicaron a otras actividades apostólicas. Asumieron la educación y la catequesis de niños y jóvenes en las escuelas estatales y en los jardines de infancia; trabajaban con los necesitados en Caritas, y comenzaron a trabajar en las parroquias de los alrededores y en las misiones.

Esto es lo que tenemos hoy.  Tenemos una deuda de gratitud con las mujeres valientes  que nos precedieron y que entregaron su vida a Solo Dios, sirviendo a la gente. Llenas de alegría y agradecimiento miremos al futuro con esperanza y recemos unidas:

 “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Amén.

Sr. Beata Malecka.